El Programa formativo "Educamos Juntos" lo hemos construido con la meta de crear un interés y estrategias comunes entre los maestros de primeros años de escuela, los profesionales de apoyo y psicólogos de las instituciones educativas, con los formadores primarios de los niños: padres y cuidadores familiares. Nuestro propósito es promover un cambio de actitud y de posición en ambas partes escuela y familia que conduzca a priorizar la formación del niño para la vida social, y no solo centrada en aprender los contenidos curriculares con miras a la futura vinculación laboral.

El programa permite que  los profesores compartan con los padres, al crear oportunidades de discusión reflexiva sobre situaciones típicas de la vida diaria con niños pequeños. Podrán así encontrar puntos de acuerdo para formar a los niños sin contradecirse unos a otros. Nuestro interés es modificar las posiciones de los adultos responsables de los niños a través de la discusión conjunta sobre lo que requiere e implica contribuir a su educación y desarrollo. Hacer énfasis en la educación social de los niños, en la necesidad de crear entre padres y maestros acuerdos y formas de intervenir con los niños que promuevan la convivencia y aporten a la construcción de una sociedad mejor.


¿Por qué educar para la vida social?

Si bien somos seres sociales, programados desde el nacimiento para interesarnos y comunicar con nuestros semejantes los otros humanosel tipo de sociabilidad que desarrollemos dependerá de la experiencias vividas con los adultos cuidadores y con los niños, a quienes desde el inicio nos unirá la envidia, la agresividad, y el interés de ser y hacer como ellos. La empatía con lo que el otro siente, el respeto del otro de su espacio, de su actividad, de sus objetos no hacen parte de nuestra dotación genética; deben ser enseñados a diario, pues tener dotación para la vida social no significa de entrada saber ser amable y complaciente, ni aceptar los límites en calma.

Los años de la infancia y niñez están atravesados por el difícil aprendizaje de las pautas y normas que regulan y controlan nuestros deseos y caprichos. La vida social entre pares exige que durante la niñez y adolescencia aprendamos a apaciguar nuestros afectos y a reconocer los de los otros, a saber manejar los conflictos con los pares y con los adultos, a aprender a contar con los otros para cumplir nuestros propósitos y para disfrutar la vida en comunidad.

Sin estas bases no hay vida ciudadana. La vida en comunidad exige el cumplimiento de deberes y el reconocimiento de derechos que se aprenden aceptando e interiorizando los límites para poder vivir y producir en relación con otros. Esta es la esencia de la vida adulta, y si no se aprende en la niñez, ya no será posible después.


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